viernes, 10 de septiembre de 2010

Después del verano viene el otoño y casi todo sigue igual. Hasta peor.


Estamos inmersos en una especie de burbuja cósmica que podría desaparecer en cualquier momento. Pero no. No es una burbuja cósmica, ni desparecerá antes de que toque. Es una mala interpretación de una realidad que no hemos deseado, ni pensado y que sin embargo nos han impuesto. A menudo sueño con ocas. Con esos inmensos y feroces embudos insertados en sus gargantas para que deglutan maíz, sin parar y convertir su hígado en un gran tumor, aquél que luego nos comeremos con deleite, sin pensar en el sufrimiento animal.

No tiene visos de arreglarse el panorama. No son nubarrones, son nieblas que han venido para quedarse, si no hacemos lo que debemos. La globalización sólo ha servido para que los de siempre campen, aún más, por sus cotos privados que ya son mundiales. Pueden circular capitales, bienes, servicios, pero la justicia universal no se ha impuesto ni se le espera. Podrán hacer farsas, más o menos creíbles, sobre juicios a dictadores ya muerte o agónicos, sin embargo... ¿quién juzga a ese trío de la famosa foto, que nos introdujeron en una guerra lisa y llanamente injusta, sólo para intentar controlar la zona poco a poco y, esta vez de nuevo, esquilmar a naciones enteras de sus productos energéticos? ¿Hay alguna guerra lisa y llanamente justa?

¿Quién juzga a esos militares que, a sangre fría, matan a miles de civiles en esas deshumanizadas guerras? Son los efectos colaterales, dicen cuando eso lo son ellos y no son ni esperados ni deseados.

¿Quién juzga a esos personajes turbios que juegan al Monopoly, pero con capitales de verdad? Esos mismos personajes que consiguen que la delincuencia entre algunos políticos sea ya una norma. Esa corrupción de ámbito mundial, esa lacra, ese cáncer que ayuda de forma desaforada y desafiante a que esos turbios y sucios personajes tengan cada vez más poder.

¿Quién se cree aún que la política está por encima del capital y de las grandes corporaciones empresariales?

Lo que está en la cima es la podredumbre más inimaginable, servida por algunos de aquellos que deberían estar al servicio de los ciudadanos.

¿Qué se ha hecho del Estado del Bienestar? Todos aquellos servidores públicos que deberían estar ahí respetándolo y protegiéndolo, miran a otro lado. Porque, claro, ese es otro tema.

Seguiré.

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